lunes, 18 de octubre de 2010

Paco, el del ajedrez

“Jugar con lealtad, ganar con humildad y perder con dignidad”
Un birmano en el Retiro

A Francisco, porque hubieras sido el campeón del mundo


Aquel sábado de primavera Paco se fue, como todos los sábados, a La Cabaña del Retiro. Esa mañana estuvo ayudando a su madre en las tareas de la casa, por lo que llegó un poco más tarde de lo habitual. Con su clásica chaqueta de cuero negra, su calva, sus pocos dientes y su tabaco se sentaba a ver qué partida acababa primero para poder jugar. No le importaba si era con reloj o sin él, sólo quería jugar para ganar. Las partidas se iban a acabando y se dio cuenta de que lo estaban ignorando; que no le dejaban entrar a ningún tablero. Ahí empezó la gran pelea de esa mañana primaveral soleada. Durante esa semana le había ganado a todos sus compañeros. Todos se lo echaron en cara. Él se enfureció aún más. “Yo sólo quiero jugar. ¡No le he faltado el respeto a nadie! ¡Sólo quiero que aprendan!”. No podía entender la actitud de sus compañeros de club. Él igual había perdido muchas partidas; habiendo pasado muchas madrugadas de su insomnio estudiando su tablero. Con el tiempo la balanza se fue inclinando y empezó a darle gloria a su club. Pensó que podía llegar a ser un gran campeón, pero terminó en la miseria y el vicio. Ese día volvió a casa de su madre y no se le ha visto más por El Retiro.

En la Cabaña

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