viernes, 18 de marzo de 2011

Los cuerpos de agua y la energía nuclear: un mito sobre los efectos al ecosistema

En esta semana, a raíz del maremoto que afectó principalmente a la costa del noreste de Japón, hemos sido testigos de un resurgir del debate sobre la seguridad de la energía nuclear. Vale la pena recordar que este resurgir del debate se ha dado en una circunstancia marcada por la tragedia de 6.400 muertos y 10.200 desaparecidos[1]. Pero es la magnitud de las posibles consecuencias para la salud de las personas que han sido expuestas o pueden sufrir futuras exposiciones a los altos niveles de radioactividad lo que nos ha desviado la atención hacia este tema. Además, el duro golpe que ha sufrido la industria nuclear, que últimamente venía anunciando un renacimiento de la energía nuclear.

Después de haber leído un artículo de opinión de Brahma Chellaney[2] he podido contestar a la pregunta del por qué se construyen las centrales nucleares en zonas costeras o cerca de cuerpos de agua dulce. El viernes, 11 de marzo los medios de comunicación resaltaban las efectivas medidas preventivas en las construcciones en Japón. De ahí surgió mi duda del por qué entonces no se aplicaban estas mismas rigurosas medidas para las centrales nucleares y se construyeron muchas de ellas en la costa, a nivel del mar, a pesar de ser una zona de alto riesgo de maremotos. La contestación es que las centrales necesitan grande cantidades de agua para los procesos de refrigeración. Las centrales de carbón o gas también utilizan recursos hídricos, pero en las nucleares mucho más con la grave consecuencia de que las corrientes de agua caliente que se producen son devueltas al océano o a fuentes de agua dulce, como lagos o ríos.

No ha de extrañarnos entonces que países con litoral y que tienen escasez de cuerpos de agua dulce construyan sus centrales nucleares cerca de la costa, aun sabiendo de los altos riesgos que supone un posible maremoto. En diciembre de 2004, en el océano Índico hubo un gran maremoto y se vio afectada una central nuclear en la costa de India, en la región de Madrás. En este caso, a pesar de que el reactor tuvo que ser apagado, no se vio sobrecalentado porque se tuvo la previsión de tener los generadores de los sistemas de enfriamiento en  otra parte, con más elevación. En 1992, el reactor en la bahía Biscayne en Florida (EE UU), ante el paso del huracán Andrew, también sufrió serios daños, aunque tampoco relacionados con el sistema de refrigeración.

Lo interesante y lo más que me llama la atención es que los defensores de la energía nuclear, siempre nos hablan de la supuesta seguridad y la limpieza de la energía, pero no hablan nada de los daños a la vida vegetal y animal de los cuerpos de agua dulce y sobre la escasez de agua dulce; que en diversas zonas del planeta cada vez se hace más problemática. Resulta paradójico, como nos recuerda Chellaney, que este tipo de energía necesite grandes cantidades de agua y a la misma vez sea tan vulnerable ante ella. En varios países europeos con producción de energía nuclear, como Alemania, Francia y España en diversas olas de calor (como las de 2003 y 2006) se han tenido que apagar reactores debido a las altas temperaturas que alcanzaron los cuerpos de agua dulce con las corrientes de agua expulsadas desde las centrales. Incluso, estas centrales han tenido que comprar otros tipos de energía (altamente subsidiados por los gobiernos) para mantener sus sistemas de refrigeración en estos apagones. A pesar de esto siguen alegando ser una fuente barata de energía, pero nunca los dueños asumen los gastos de producción en su totalidad, pero sí toda la ganancia.

Las consecuencias del cambio climático, como el aumento del nivel del mar y de las temperaturas medias, harán que cada vez las centrales nucleares ubicadas en el interior de los países contribuyan más a la escasez del agua dulce y la pesca. En Francia, por ejemplo la industria nuclear utiliza 19.000 millones de metros cúbicos de agua dulce en un año, la mitad del consumo total de agua dulce en el país. Las centrales como la de Japón no utilizan agua dulce (aunque sí desechan corrientes de agua caliente al océano), por lo que contribuyen al aumento de las temperaturas y cada vez son más vulnerables ante los fenómenos atmosféricos o telúricos. Hasta los papeles de Wikileaks han dejado evidencia de que al gobierno de EE UU tenía conocimiento de que los protocolos antisísmicos no se habían revisado con la frecuencia necesaria durante los últimos 35 años[3].

En Puerto Rico, por suerte el reactor nuclear ubicado en la costa de Rincón fue apagado entre los años 1969 y 1970. Las barras de material radioactivo supuestamente fueron llevadas a EE UU, aunque probablemente después hayan sido transportadas a un cementerio nuclear en América del Sur o en el fondo del mar. También se llegó a construir un reactor en el RUM de la UPR[4] (que cerró en la década de 1970) como parte del programa de Atoms for Peace, en el cual EE UU pretendió utilizar nuestro territorio para entrenar a sus aliados en el uso “pacífico” de la energía nuclear, comentan Ricardo González y Neftalí García en un reportaje publicado en Primera Hora[5]. En este artículo nos recuerdan que los dueños de la central de Rincón, tenían planes de abrir 14 centrales nucleares alrededor de la isla y que se vieron posiblemente frustrados por el escape que hubo en 1966. Imagínense la vulnerabilidad a la que se habría expuesto a la población ante la construcción de 14 centrales cerca del mar en una zona telúrica tan activa como lo es el Caribe. En Puerto Rico hace falta debatir nuestro futuro energético con seriedad y no como pretenden las actuales autoridades gubernamentales, llevando a cabo un proyecto como el gaseoducto que pone en riesgo la vida y la tan mal trecha estabilidad ambiental en beneficio de los amiguetes del capital. Es necesario que los técnicos y la ciudadanía en general debatan cómo se puede mejorar la mezcla de producción energética con energías renovables (como la eólica, hidroeléctrica y solar) que no pongan en riesgo la vida humana y afectando mínimamente la fauna y la vida vegetal.


P.S.: Aquí comparto este segmento de la película de Akira Kurosawa (1910-1998), Los sueños que he soñado (1990), en la que el director hace una representación de sueños -o pesadillas- que él tuvo a lo largo de su vida. La película se divide en diferentes fragmentos y este se titula "El Monte Fuji en Rojo" en la que se representa cómo pudiera ser un holocausto nuclear. Gracias a Víctor por ponerme en contacto con este excelente director.



[1] Según las últimas cifras que ha difundido el gobierno de Japón el viernes, 18 de marzo. Fuente: El País, http://goo.gl/xxQxo
[2] CHELLANEY, Brahma. Moraleja nuclear de Japón. El País, 17 de marzo de 2011 http://goo.gl/ppGGU
[3] PEREGIL, Francisco. Japón supo que tenía “un problema serio”. El País, 17 de marzo de 2011 http://goo.gl/e8hPq
[4] Lo cual para mí, cuando era estudiante, siempre fue parte de la leyenda urbana que rodeaba los edificios donde se encuentra el Centro de Investigación Social Aplicada (CISA). De allí que siempre se comentaba que no se debían comer los mangos y las deformaciones de los árboles era tema de conversación. Tendría que buscar alguna fuente de historia del RUM para poder saber más de este tema.
[5] DÍAZ ALCAIDE, Maritza. ¿Estamos en peligro de un desastre nuclear? Primera Hora, 17 de marzo de 2011 http://goo.gl/bJjXn ***Si se fijan se recurre al amarillismo en el titular***