lunes, 11 de octubre de 2010

El huerto

Mientras caminaba por mi barrio tomé esta fotografía. Enseguida recordé la historia que una vez me hiciera Marcos. Cuando tenía algunos 13 años hizo su huerto casero. Araba la tierra y sembraba lechugas, tomates y ajíes. ¡Qué fertilidad la de aquella tierra! Unas cincuenta lechugas del país cada mes y algunos días. Me contó también cómo las recogía y las lavaba con gran entusiasmo. Después las empaquetaba y se las vendía a su abuelo, un soldado Borinqueneer, para que éste las vendiera en su colmado: “La Casita”. Así sacaba unos cuantos pesos al mes. Aprendió que se vive de la tierra cuando se le trabaja bien. La vida le llevó por otros rumbos y aunque ya ha podido reencontrarse un par de ocasiones con el trabajo de la tierra, simplemente no ha podido ser.
            Esteban todos los años le invitaba a recoger el café de su finca. Y Pedro, al otro lado del océano, le invitó a la vendimia. Sé que algún día volverá.

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