Son muy diferentes, mas los une su pasión por la cerveza Mahou y por la soledad. Uno pasea el sábado por la noche. Va con su cerveza en mano a pasear a su Carlino. La noche está enfriando, pero él ya ni lo siente. Es como si para él aún fuera verano; lleva pantalón corto y una camiseta. Mi perrita con su habitual entusiasmo saluda a su Carlino. Yo no puedo hacer menos con el tipo (aunque lo del fondillo, obviamente no nos va). Le saludo y me responde el “Buenas noches”. No es la primera vez que lo veo. Siempre va solo, aunque no tanto como el que pasea el domingo por la noche. Ya mucho mayor, a este señor lo acompaña una bolsa con un periódico. (¿Ves? No soy el único que se empeña en leerlo a estas horas). Va de traje; pantalón y camisa a filo, corbata y pinche, y un elegante saco cruzado. Camina de forma solemne, se sienta en la banqueta de la plaza, allí frente al tiovivo que en la tarde estuvo repleto de niños gritones. Abre su lata de cerveza. Mira al cielo, pero no hay estrellas en Madrid. Nunca conoció a su hijo, pero lo siente cerca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario