domingo, 14 de noviembre de 2010

Todavía queda una flor en el balcón

Emilio Gutiérrez, en la explanada entre la Biblioteca Central y Rectoría, UNAM, Mexico DF, 8 de noviembre de 2010. Soy un escritor fracasado. Esa fue su respuesta cuando Pedro Villareal le preguntó si era maestro de la UNAM. Soy una de las reencarnaciones de Kafka; lo único que a mí me gusta el box. Me encantan las peleas que enfrentan a Puerto Rico y México. ¿Todavía está vivo el Macho Camacho? Pinche cabrón de Macho Camacho. No sé cómo no ha pasado un huracán –sí, porque hasta en eso son benditos (¿Por qué es no pasan huracanes por Puerto Rico?)— bien fuerte y ha rajado la isla en dos, viviendo ese hijo de puta y su pinche hijo (que ahora le imita) allí. Soy un liberal como Vargas Llosa. Mezclo el café, la cerveza y el mezcal oaxaqueño. Siempre bebo solo.

Voy al café, pido uno bien cargado y escribo un rato hasta que, prácticamente las meseras empiezan a suspirar –lo que equivale a senda patada en el culo—, y de allí salgo directo a La Botica. Allí escucho música y entre cerveza y cerveza me pido un mezcal. Escucho la música que ponen los niños y niñas fresas. Me quedo parado en la barra y nunca suelto mi desastrosa mochila. A ver, préstame ese libro. ¿Dónde lo compraste? Es una edición española muy bien hecha. Yo traigo éstos, mira. Uno nunca sabe  quién se puede aparecer por la noche en algún bar para firmarte un libro. Te lo digo, México será el estado 52 y Puerto Rico el 53. ¿Qué cuál es el 51? No lo sé.


Guadalupe Milagrito de la Virgen Santiago Cruces de Zaragoza, Coyoacán, México DF, 11 de noviembre de 2012. ¡Qué tierno ese perrito metido en la mochila! Ojalá pudiera tener uno igual. Tengo que vender muchos tazos –sí, esos que la Frito Lay con su empeño socializador nos incitaba a apostar en la hora del recreo--. Ahora me toca cambiar de vagón. A ver si tengo más suerte en el próximo. Igual es que mi voz todavía necesita más entrenamiento para llegar a ser como la de uno de los mejores vendedores del metro (de la línea 9): mi papá. Él fue quien introdujo el estribillo: “para un bonito detalle para su niño o niña, para una muestra de afecto”. Mis tazos de colección son eso: para una muestra de cariño para su niño o niña. Para mí, sólo significan dos pesos cada uno (cinco, incluyendo la plastificación, por diez pesos). Miré el perrito, guardé mis tazos en mi cartera. ¿Con un gesto de señora mayor? Ese señor que ves ahora, allí en el otro vagón, sí que es mayor. Mírale sus tristes ojos. Acaba de sacar una pluma Bic de punto medio y de tinta negra en gel, para registrar las notas de mi voz infantil.

¿Qué cuál es mi historia? Ya se sabe. ¿Para qué contarla otra vez?


El negacionista Ramírez, Plaza de las Tres Culturas, Tlatelolco, México DF, 13 de noviembre de 2010. Cuando lo vi allí sentado, haciendo fotografías y tomando apuntes en un cuaderno Scribe color verde, sabía que se había creído el cuento de la masacre. ¿Qué hace con esa flor? ¡Puros cuentos! Cuando se levantó lo llamé y le di una lección de historia; pero de historia de verdad, de la de los verdaderos testigos. Estoy un poco sordo, lo sé. Mira yo estuve aquí esa noche. Andaba con unos amigos chupando en alguna cantina de por allá. Cuando sentimos los disparos, vinimos corriendo. Ya habían unos cuantos muertos, pero el ejército aún no estaba en la plaza. El ejército vino mucho después cuando ya los civiles habían disparado desde los edificios de alrededor. ¿En qué edificio quedaron muestras de disparos? ¡Aquí no se puso a nadie en un paredón! Aquí vienen todos los años a recordar a gente que ni tan siquiera murió en esta plaza. Una señora vino hace poco a ver el nombre de un familiar suyo que no murió aquí. ¿Y el resto? Son los pinches cabrones diputados de hoy.

Muchachos del CNH.
Bueno, a la verdad que cuando se desplegaron las unidades del ejército, vinieron desde aquella dirección, desde el eje; y lanzaron unas cuantas granadas. Ya yo me había ido. Esta es la historia presencial… 

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