miércoles, 5 de octubre de 2011

Las corrientes discursivas en torno a la seguridad ciudadana en América Latina


Nota del autor
Reacción al artículo de opinión de Miguel Ángel Bastenier, “Lo peligroso de ser latinoamericano”, publicado en El País del 5 de octubre de 2011.


          En este escrito vemos como el señor Bastenier reproduce los principales mitos de la corriente de pensamiento politológico y sociológico, a la que se le viene denominando el discurso de la seguridad ciudadana en América Latina. Cuando se refiere a la “[p]obreza y desigualdad” como los “ingredientes habituales de esa inseguridad ciudadana”, asume que estos factores son generadores de violencia (aclara que no decisivos), y por eso los incluye en la agenda del tópico de seguridad y violencia. Lo lamentable es que este tipo de discursos no consideran esa “pobreza y desigualdad” como problemas por sí mismos. También se crea una especie de dualidad ciudadana que tiene como objetivo la creación de un enemigo “interno”, al que despojamos de su ciudadanía por ser “pobre, violento y criminal”. Todo esto a consecuencia de la sustitución al discurso del “enemigo externo” que imperó hasta la década de los noventa.

            Además, se nota su obsesión por lo que se llama el hecho concreto y a la cifras, cuando recurre al ejemplo de la “debilidad del alumbrado” en Maracaibo. ¿Es que acaso iluminando una plaza y poniendo seguridad 24 horas en ella se eliminan las causas, los motivos y por tanto se erradican las ganas, necesidad de materializar la violencia a través del delito? (Moriconi, 2011). Por añadidura, asume el prejuicio clásico hacia la pobreza; criminalizándola. ¿Es que acaso son sólo los pobres los que cometen actos de violencia en América Latina? ¿Para cuándo tomaremos en consideración las cifras de corrupción, de los millonarios narcotraficantes, lavadores de dinero, asesinos traficantes de armas y contaminantes de nuestro medio natural?

            En cuanto a los criterios de veracidad, que impulsan unos modelos de vida de forma institucional, el autor no los cuestiona. Ni tan siquiera los relaciona a la violencia subjetiva del hecho en su análisis (que es lo que las corrientes el pensamiento hegemónico intenta imponer).[1] Esto a su vez le lleva a la contradicción de decir que a pesar de los éxitos de la “reducción de la pobreza más extrema” en Venezuela, la ciudad de Caracas se ha convertido en una de “las más inseguras”. Según el discurso que él mismo asumió, esto no debería ocurrir ya que el delincuente no volvería a delinquir una vez superada la desigualdad (Moriconi, 2011). ¿Qué es lo que pasa en estos casos? ¿Por qué nos seguimos enfocando en lo horrendo y no entramos al análisis de las dislocaciones de los modelos y estilos de vida que se imponen hegemónicamente? Esos mismos modelos de vida, que nos recuerda Moriconi, que son espejismos del sistema de la sociedad den consumo.

            En fin, mi exhortación autocrítica es a desmitificar el tema de la violencia y la llamada seguridad ciudadana en América Latina. Criminalizando la pobreza, asociándolas directamente a la violencia es una herramienta peligrosa de la ideología que intenta naturalizar el individualismo-capitalista. En fin, que todo el esquema de neoliberalización que se ha venido observando en América Latina sigue más que todo empeñado en naturalizar la sociedad de consumo, creando unas expectativas individuales que no se sostienen ni tan siquiera en los países del norte opulento.


[1] Esta obsesión con el hecho subjetivo, descarta que además haya violencias objetivas en dos aspectos: la simbólica y la sistémica (Žižek, 2009:10)

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