lunes, 2 de enero de 2012

La inefectividad de las campañas contra los tiros al aire


            Este año se pudo ver y oír en Puerto Rico una intensificación de las campañas contra la práctica de los tiros al aire. Pero no hacía falta esperar a los reportes noticiosos para saber que de todas formas habría muertos o heridos a causa de esta práctica. Este año fueron cuatro los desafortunados que recibieron una bala como felicitación por el nuevo año. El caso que muchos hemos venido siguiendo a causa de la cobertura en los medios y la gravedad en la que se encuentra la herida ha sido el de Karla Michelle, de 15 años de edad. Ella recibió un impacto a eso de las 11:59 p.m. en el vecindario de Villa Palmeras en Santurce. Ahí, cuando su familia le fue a dar el típico abrazo de las 12, la muchacha estaba tirada en el suelo y con su cabeza ensangrentada.

            Ahora Karla Michelle, una joven talentosa de nuestro país, lucha por su vida con una bala alojada en el cerebro. Ante el dramatismo de este caso, cabe preguntarnos, ¿cuál fue la efectividad de este tipo de campañas?[1] Hoy en ENDI se difundió un vídeo en el que cuatro muchachos —unos cinco minutos antes de las 12— graban los sonidos de los disparos cerca de su apartamento, realizados con armas de diferentes y potentes calibres. ¡Sonidos verdaderamente de una batalla campal!

            Ya sabemos que las campañas pueden tener el efecto de crear solidaridad en las comunidades y concientizar sobre el peligro que implica disparar al aire. Pero entonces surge la pregunta de si verdaderamente impactan o causan algún cambio de actitudes al que tiene la manía de andar armado y que para colmo ya lleva algunos meses pertrechándose con su arsenal de municiones para tal ocasión —como símbolo manifiesto de su poder dentro de las estructuras del narcotráfico o incluso, desde la legalidad para la llamada protección; “porque las cosas están malas”— y resolver todo a fuerza de cañón. En todo caso, si este año la cifra de heridos/muertos fue menos, esto no implica que hubo menos disparos. Por el contrario, pudo haber habido muchos más disparos y muchos más escondidos, como podemos apreciar en el vídeo. ¿En cuántas casas en Puerto Rico se habrá repetido la escena del llamado a la protección dentro de los pasillos? Creo que en muchos. Aún en los pueblos pequeños del lejano occidente, como por ejemplo mi pueblo de Sabana Grande, siempre nos guarecíamos; aunque yo no recuerdo haber escuchado disparos. Recuerdo cuando nos decíamos entre familiares, “vámonos ya adentro que se acercan las doce.” Era la reproducción de la histeria colectivamagnificada y real— que se iba multiplicando cada vez más y que ha llegado hasta el punto de ya no sentirse seguro ni en los espacios de la casa que tengan algún punto de entrada fácil desde el exterior.

            A tal efecto, cabría considerar dos vías de solución para evitar más tragedias como las de Karla Michelle. La primera, viendo que el sistema económico-político-social que impulsa el neoliberalismo fortuñista-reaganista- thatcherista-“teapartier” es el individualismo, pues habría que entonces diseñar una campaña —que de seguro sería más efectiva para el asunto de las tan mencionadas y utilizadas cifras— para que cada cual velara por su vida; y que en vez de salir al patio o al frente de la casa a compartir con sus familiares y vecinos, fueran a los pasillos de sus casas o a los bunkers que te venderá alguna APP para refugiarte. La segunda, que es por la que debemos abogar, implica varias vías de acción colectiva, siendo entre ellas, la promoción de la cohesión social, la instrucción pública, la educación y la disciplina comunitaria por varias vías.[2] Por añadidura, la imposición de medidas legales que impliquen su transformación en efectivas medidas reales para restringir el comercio y posesión de armas, y la puesta en vigor de medidas que detengan de una vez la entrada de más armas al país por vías legales e ilegales (mediante furgones sin inspeccionar, mediante transporte aéreo masivo, mediante entradas por vías aérea o marítima privados).[3] Pero no sólo de medidas legalistas nos debemos proveer como ya mencioné, sino que más que eso hace falta la implementación-revolución de medidas de orden estructural, que además expresen cierta coherencia con lo que queremos que funcione —y de qué formas— en el país.

            En fin, la inefectividad de las campañas de este tipo se hace más evidente y se profundiza aún más con las contradicciones del propio sistema. Por un lado se nos habla de no disparar al aire, y por otro se promueve la violencia estructural del individualismo, la rapiña de los bienes públicos, la merma de la calidad de la instrucción pública, la dejadez que promueve el consumismo, el nihilismo yoista y hasta el ocio violento que promueve el anuncio que va después del de la campaña (como los juegos de vídeo que las Fuerzas Armadas estadounidenses utilizan para promoverse entre los jóvenes). Es por estas y muchas más razones que para mitigar situaciones que son consecuencias de profundos problemas estructurales no podemos depender únicamente de una intensa campaña. En todo caso un gobierno que fuera producto de una democracia real y social implementaría y ejecutaría medidas revolucionarias, sobre todo adaptadas a nuestras circunstancias (sin dejar al lado la perspectiva global de las mismas) contra los problemas que generan la violencia de raíz.


[1] La pregunta se hace más que pertinente cuando el propio sistema —en este caso una parte de él que se llama gobierno— es uno de los principales instigadores de la violencia que se vive en nuestra isla. Con esto no quiero decir, como probablemente me recriminarán algunos, que todo el problema recae en el gobierno, sino que pretendo hacer visible los actos de hipocresía del mismo.
[2] Esta disciplina cívica no implica totalitarismos, así que no se asusten.
[3] Pero, ¿qué más podemos esperar estando sujetos al proceso de las leyes de comercio y aduanas de los Estados Unidos de América? Un país que supuestamente libró una guerra contra las propias armas que ellos habían vendido al gobierno iraquí y que ahora está volviendo a armar descaradamente con el riesgo de que dichas armas sean las que posiblemente se usen para masacrarse entre diferentes facciones religiosas.

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