Con
la publicación de los datos de una encuesta de El Nuevo Día sobre la evaluación ciudadana del desempeño de la Asamblea Legislativa ,
vino el mar de reacciones. Una de las más llamativas, también reportada en
dicho diario, es la de la presidenta de la Cámara de Representantes, Jenniffer González.[1]
Recurriendo a técnicas discursivas cargadas fraude, la representante González,
una vez más, pretende concebir una opinión pública llena de engaños.
Primero,
ella parte de un análisis en el que los ciudadanos terminan expresando su
“frustración […] con todos los políticos” a causa del factor económico. Esto
simplemente es un derroche de simplicidad; propia de quien subestima la
capacidad analítica de la ciudadanía. Su explicación es una que busca
racionalizar toda la vida política vinculándola al elemento económico. Si bien es cierto que
la economía ocupa una parte importante de nuestra vida política, no deja de ser
significativo el reconocimiento de otras áreas en el manejo de la misma, como
son: los modos de trabajo, la presentación y el debate de ideas (de la ideología)
en su carácter sistémico, la comunicación y los canales de los diferentes tipos
de representación (autorización, la rendición de cuentas, la descriptiva, la
simbólica y la sustantiva).[2] Su
esquema, para colmo victimista, la lleva a concluir que ellos —los políticos—
son los que pagan las consecuencias “de tener una economía que estaba en picada
y que ahora se está levantando poco a poco”. La representante, con su análisis
de los datos, no da a entender (y no toma en consideración otras vertientes de análisis) lo que puede haber de implícito en todo esto. La gente no
está sólo frustrada con los políticos, sino que también lo está con un sistema
que constantemente cae en una “crisis” cíclica para que los dueños del capital se hagan
más ricos, mientras los políticos protegen sus intereses con los supuestos
ajustes y “medicinas amargas” que termina pagando el resto de los mortales.
Pero
su nauseabunda retahíla de excusas baratas no llega hasta ahí. Prosigue con un
ataque frontal a la ciudadanía. No siendo el colmo su retórica carente de
contenido, recurre a recriminarle al pueblo por una supuesta ignorancia, su falta de
entendimiento y conocimiento. Cito: “y es que esas medidas que se han tomado el
pueblo no las entiende”. Prácticamente, ella asume una postura de sabia
ante el pueblo “resentido”. Su discurso asume una postura desde el pedestal del
conocimiento y su arrogancia implícita. Ella sí las puede entender, pero el
pobrecito pueblo es incapaz y por lo tanto, no entiende lo que el conjunto de
sabihondos hace en la magna Asamblea Legislativa. Ella cree que el pueblo sólo
es capaz de entender el idioma del dinero —“cuando hay dinero, cualquiera
gobierna”— e incapaz de entender que el sistema económico-político está es una
etapa de adaptación de supervivencia, en la cual los ricos se siguen
beneficiando a costa de la alianza interesada de políticos y oligarcas. Como
ejemplo de ello podemos reflexionar sobre cómo en la Unión Europea se sigue
especulando con el bienestar del pueblo de los países de su propia periferia
para entender la crueldad del sistema capitalista y su proceder inhumano.
Para
culminar, la representante sigue creyendo que mediante la fe se cambian las
cosas en el proceder de lo económico-político. Cito: “[…] pero yo tengo fe en
que van a seguir cambiando y mejorando según se vaya viendo el resultado de las
iniciativas que se han levantado”. O sea, que por su fe, todos nos tenemos que
sentar a esperar a que las cosas cambien. Aquí se puede observar otra muestra
de cómo la religión, con su discurso inmovilista sobre la vida
política, promueve la inacción y a vivir de la fe que se tenga. Después
pretenden darnos lecciones sobre cómo se separa la religión de los asuntos del
Estado y el gobierno. En fin, tenemos que demostrar que las ciudadanas y
los ciudadanos somos seres pensantes y que tenemos la capacidad de demostrar cuál
es el sentir respecto a los políticos y a la política en general, sin necesidad
de que se nos interprete meramente como consumidores o se nos tilde de no entender. ¡Entendemos y actuamos
individual y colectivamente, no como consumidores!
[1] Ver: Muñiz García, A.Y., Legislatura
carga con la frustración del pueblo, El
Nuevo Día, http://goo.gl/G2PT7.
[2] Ver: Pitkin H. (1967) The
Concept of Representaron.
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