La subjetividad
de la violencia es, según Žižek[1], la
parte más visible de un entramado mucho más complejo. Lo subjetivo de la
violencia nos lleva a fijarnos obsesivamente en los actos de crímenes,
homicidios, robos, tráfico de armas y drogas, maltratos a niñas, niños y ancianos,
la violencia machista, entre otras expresiones de la violencia cotidiana. Eso
está bien. Por ejemplo, el gobernador, anoche en su mensaje de la situación del
estado colonial, haciendo alarde de su retórica macharrana, repitió el ineficaz:
“que el criminal sepa que no le vamos a dar tregua”; y además, propuso la
revisión-ajuste del derecho a fianza como la panacea contra la violencia
social. Pero, ¿qué relación hay entre la acción violenta y el saber o no que el
derecho a fianza está limitado? Ninguna.
Como
fuerzas sociales desde la izquierda que resiste deberíamos exigir que los
políticos tradicionales —esos que participan de la vida institucionalizada de
los partidos, la Asamblea Legislativa, los secretarios, asesores y el resto de
componentes del entramado de la democracia liberal—, se distancien y alejen del
señuelo “fascinante de esa violencia”. En todo caso, si no le queremos exigir
nada a ellas y ellos, porque creemos que es mejor partir de nuevos rumbos, pues
sería útil discutir sobre otras vertientes de la violencia, más allá de la
preocupación del “orden liberal tolerante que predomina hoy”.
Tenemos que
debatir y socializar la(s) idea(s) de que la violencia subjetiva es sólo la
parte más visible de un sistema de violencia que incluye tanto una parte
simbólica, como una objetiva. Tenemos que analizar, sin miedo a lo complejo,
las diversas interacciones que ocurren entre lo subjetivo, lo objetivo y lo
simbólico de la violencia. La violencia
simbólica vendría a ser la que se encarna en el uso cotidiano del lenguaje
y de los discursos que construimos con él a través de tres grandes sistemas de
exclusión: lo prohibido, la separación de la locura y la voluntad de la verdad.[2] La
violencia objetiva es entonces
aquella que surge como consecuencia del funcionamiento homogéneo de nuestros
sistemas económico y político. Es aquello que parecer ocurrir porque el sistema
así lo prevé, como lo dialéctico mecánico.
La violencia
no es sólo la acción física directa, sino que también incluye formas sutiles de
coerción que imponen dominación y explotación, incluyendo la amenaza a la
violencia (p.e.: que vas a ser desahuciado la semana que viene). Mucha gente
pensará que con este tipo de análisis nos alejamos de la “realidad” social de
las personas; sobre todo, de las víctimas de los hechos violentos que cometen
contra ellos y ellas los individuos “desechables y excluidos del sistema”. El
análisis que propone Žižek en su libro es que además de esa “realidad”
lacaniana, tomemos en consideración también lo “real”, que termina siendo lo
abstracto que determina lo que ocurre en la “realidad” social.
Muchos
afirman que nos abstraemos ideológicamente al no querer ignorar el irrespeto
por lo humano y por el medio natural que el capitalismo ejerce de forma
violenta sobre nuestras vidas. Pareciera ser que la “realidad” y lo “real” de
esa violencia sobre los expulsados, desechados, excluidos, los sin techo hasta
los desempleados no son inherentes a la “ultraobjetividad”, del capitalismo global.[3] ¿Dónde
está la fuente ideológica de los crímenes del capitalismo? Sugiere Žižek que
como no hay un “manifiesto capitalista” toda la violencia que se ejerce
sistémica y simbólicamente es producto de un proceso objetivo que nadie planeó.
Así como la crisis financiera actual,
donde al parecer nadie se hace más rico a costa de los desempleados, los sin
techo, a costa de los recortes en educación y los "enemigos-estudiantes" valencianos, de las reformas laborales en las
que siempre gana el patrón y de como nos recordara Valdés Pizzini en Vidas
Desperdiciadas, de aquellos suicidas de la número dos.
[1] Žižek,
S. (2009). Sobre la violencia. Seis
reflexiones marginales. Barcelona: Paidós.
[2]
Foucault, M. (2011 [1973]). El orden del
discurso. Barcelona: Tusquets.
[3]
Balibar, E. (1997). La violence:
idéalité et cruanté en La crainte des
mases: politique et pilosophie avant at aprés Marx. París: Galilée.